INVESTIGA

EL FANTASMA DE LA DESOCUPACIÓN

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Hasta hace unos años, Silvia Barrio (46) formaba parte de la clase media alta argentina. Junto a su segundo marido, Francisco Scoccimarro (49), tenía casa en un country, un campo con árboles frutales en San Pedro, dos autos, tarjetas de crédito doradas, un puesto en la Secretaría de Cultura ella, y un negocio de antigüedades y un restaurante exclusivo él. Silvia acababa de pasar los 40 años cuando decidió dejar su empleo para abrir un local en un shopping. Se fundió en pocos meses. Y cuando salió a pedir trabajo, descubrió que "ya era vieja" para el mercado. Al mismo tiempo, Francisco cayó en la cuenta de que los números de sus negocios no cerraban. "No dormíamos pensando en los cheques que iban a entrar al día siguiente -recuerda él-. Estábamos cayendo y nos agarrábamos de las paredes".

Un día dijeron "basta". "Nos resignamos a tocar fondo y vendimos todo lo que teníamos -dice Francisco-. Tengo amigos que me confiaron que en mi lugar se habrían suicidado, porque es cierto que cuando te pudiste asomar a la ventana, y sabés que hay otra cosa, te cuesta mucho más resignar los lujos. ¿Pero qué les enseñaba a mis hijos si me mataba por la plata?".

Hace siete meses alquilaron un departamento y pusieron un negocio de compra-venta de muebles. Silvia está aprendiendo herrería y hace adornos de metal que Francisco ofrece en el local de San Telmo.

Según la Doctora CP Nora Fusillo, autora del libro "Se acabó el desempleo", Silvia y su marido usaron la crisis como oportunidad: "no se quedaron en el resentimiento, echándole la culpa al mundo por su desgracia. Buscaron una alternativa que tuviera que ver con lo que les gusta hacer. Esa es la clave del éxito".

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María Laura Ferro

OPINIÓN: ALIMENTAR EL MIEDO, por Nora Inés Fusillo

El empleo, tal como lo conocimos a partir de la Revolución Industrial, ya no existe; ya no se necesita un hombre-máquina que ponga tornillos. No podemos adaptar aquel trabajo al escenario tecnológico y globalizado del siglo que empieza, pero sí podemos sentir esto como un desafío en lugar de una tragedia.

Seguir midiendo la realidad con las variables empleo / desempleo; trabajar el doble por el mismo sueldo para evitar el despido; resignarse a que la situación es mala, son diferentes maneras de alimentar el miedo. ¿Por qué no animarse a romper con un sistema que se cae a pedazos? El hombre siempre pudo salir adelante, ¿por qué creer que somos menos capaces que otras generaciones? El cambio necesita tiempo y tiene que empezar arriba: la escuela y las empresas deben educar y reeducar para una sociedad nueva.