Domingo 10 de Septiembre de 2000

Revista Dominical del diario Clarín

Adelanto del libro "Sarmiento, maestro del éxito" 

SARMIENTO, EL VISIONARIO

La manera de pensar de un adelantado a su tiempo fue analizada por la periodista Araceli Bellotta y la consultora de empresas Nora Fusillo. El autor de Facundo fue pionero en materia de ecología, plantó el primer mimbre en el Tigre, imaginó a la gente trotando por Palermo, que entonces era un lugar olvidado, y hasta se atrevió a concebir, antes que nadie, el Mercosur.

Bernard Shaw escribió: “Los hombres razonables se adaptan al mundo, los insensatos hacen que el mundo se adapte a ellos, por eso el progreso de la humanidad depende de estos últimos”. Sarmiento pertenece al grupo de los insensatos, razón por la cual su pensamiento todavía sigue vigente.

El pasado nos demuestra innumerables casos de supuestos fracasados, incomprendidos en su época, que fueron famosos, trascendieron e hicieron historia. En el ámbito de la ciencia, muchos inventores y descubridores que no concordaban con los criterios tradicionales fueron considerados locos, rebeldes o equivocados. Si nos quedan dudas, preguntémosle a Sarmiento.

No teniendo muy claras tachas que oponerme, mis oponentes discuten seriamente mi título recibido de loco (…). Todo lo de educación popular era nuevo, y yo estaba sólo como un visionario. ¿Las islas del Tigre? Loco. ¿Las tierras de Chivilcoy? Loco. ¿El cercar las estancias? Loco. ¿El no creer en nuestros doctores y propender a una reforma universitaria como lo estaba haciendo Lord Lowe en el parlamento inglés? Loco. Loco. (…)

Un pionero de la ecología

Permanezco aún en la isla (del Tigre) no obstante lo avanzado de la estación (…) por gozar y sentir la vida del otoño en la naturaleza, como la siento en mi espíritu que también está en días de invierno aunque no sean todavía crueles los fríos que la previsión deja presumir.

Cuando escribió esta carta, tenía setenta y cuatro años. En su vejez, igual que en su juventud, la naturaleza lo conmovía (…). Tuvo una percepción de la naturaleza anacrónica para su época. Nadie en aquel tiempo se preocupaba por la preservación de los recursos naturales y, mucho menos, de proteger la vida de los animales. Sin embargo, casi al final de su vida, cuando había ocupado diferentes cargos políticos, desde legislador provincial hasta presidente de la República, pidió su nombramiento como juez de paz en Junín para proteger a las garzas en peligro de extinción.

La magnitud de su visión

El nieto de Sarmiento, Augusto Belín, cuenta que su abuelo descubrió el Delta antes de conocerlo, cuando ni siquiera había estado en Buenos Aires. “Desde tiempo atrás, desde el destierro (se refiere a su primer exilio en Chile en 1831), Sarmiento miraba en el mapa el extenso Delta del Paraná como destinado a ser un rival en producción del valle del Nilo”. Sorprende tanta lucidez, sobre todo si se tiene en cuenta que había nacido al pie de los Andes, en el extremo opuesto al territorio que veía con tanta claridad y en tiempos en que se tardaban muchos días en cubrir las distancias en transportes precarios. Es decir que, cuando conoció personalmente el Tigre, ya lo había “visto” e insistió para que otros también lo descubrieran. El mismo nos cuenta la historia: En el año del Señor de 1855 a ocho días del mes de setiembre, día de la Natividad de María, surcaba las quietas aguas del canal de Luján, entre las tupidas enramadas de sauces llorones que por ambos lados lo guarnecen (…). En presencia de aquella naturaleza virginal, de aquellos canales silenciosos, de aquella vegetación asombrosa y de la familia que reside permanentemente en aquel lugar, las objeciones morían en los labios, y la imaginación, creando la poesía grandiosa de la realidad de un mundo próximo, brillando en el horizonte con a luna entre celajes, llegaba al absurdo en suposiciones plácidas y estupendas.

Sarmiento no sólo “vio” tierras posibles de ser habitadas, sino que además tuvo clara una de las industrias que debían desarrollarse en el lugar y que hoy es su actividad tradicional, hasta tal punto que cualquiera en Buenos Aires que para comprar objetos de mimbre debe ir al Tigre. Muchos creen que es un producto natural de la zona, sin embargo fue trasplantado desde el otro extremo del país: la cordillera de los Andes.

Cuando plantó la primera varilla de mimbre que creció en las islas, dijo: Por una predisposición especial de mi espíritu, en las cosas más sencillas encuentro siempre algo de providencial. Estas varillitas que vamos a hundir en la tierra para que se conviertan en árboles, han llegado hace tres años de las faldas de los nevados Andes. (…) Y sin embargo la tierra de las islas y el mimbre son el cuerpo y el alma: el uno completa a las otras. El mimbre crece en la humedad y a la orilla de las aguas, y es la red de que el agricultor se sirve para el mismo fin del junco. Pero el mimbre es una producción valiosa, que da ciento por uno, y satisface mil necesidades de la industria. Esas fábricas de canastillas que suministran fortunas a los inteligentes cesteros de Buenos Aires, se entretejerán en delante de nuestro mimbre, y los industriales vendrán a comprarnos por toneladas dentro de pocos años, el que hoy nos envían los agricultores de Francia y Alemania (…)

Si ningún otro recuerdo hubiese de quedar en estas islas de mi presencia, sean ustedes señores, testigos que, hoy 8 de setiembre (de 1955), planto con mis manos el primer mimbre que va a fecundar el limo del Paraná, deseando que sea el progenitor de millones de su especie, y un elemento de riqueza para los que los cultiven con el amor que yo le tengo.

Seguramente sería muy grande la satisfacción de nuestro visionario si se enterara de que actualmente el Tigre es una de las zonas más desarrolladas, un polo de atracción de miniturismo, con nuevas construcciones, condominios, centros de diversión y atracciones, deportes, espectáculos y que una de sus principales riquezas consiste, gracias a aquel 8 de septiembre, en la explotación del mimbre (…). Algo similar ocurrió con el parque Tres de Febrero, al que en la actualidad todos llaman “los bosques de Palermo”. Sarmiento en persona diseñó los planos y vigiló la plantación de los árboles para transformar en un parque la residencia de Rosas, abandonada y convertida en un pantano. Los porteños miraban con fastidio ese lugar porque lo consideraban un símbolo de la tiranía derrocada y acusaron al presidente de despilfarrar dinero en tierras inútiles. A pesar de las críticas, las obras continuaron y el parque se inauguró en dos etapas: la primera, el 11 de noviembre de 1876, y la segunda, en 1885. Sarmiento relata como sucedieron los hechos: Aquel paseo tendrá su historia larga de contar: cuatro años para que los equipajes de tono se dignasen a honrar con su presencia la Avenida de las Escobas; cuatro años más para que algunas familias que no temen las críticas se resolviesen a poner el pie en las calles laterales y ver cómo era aquello, que desde luego hallaron pasablemente bueno.

Van a transcurrir cuatro años más para que lo que da vida a los parques, la gente por millares en movimiento, las familias, los jóvenes, los artesanos endomingados adquieran el hábito de ir a respirar aire, recrear la vista, hacer ejercicio fuera de las trabas, límites y barreras de la ciudad. Y como para que no quede ninguna duda, agrega: Cuando esté embellecido aquel paseo, los médicos piensan recetar a las damas gordas de Buenos Aires, dos vueltas, rasgo característico de la raza, o cuatro vueltas según el grado de obesidad que les procura la falta de ejercicio; y a las señoritas que se disponen a seguir el ejemplo de sus madres, una vuelta a pie. Este es el pueblo más adverso al ejercicio.

Reflexiones sobre la percepción

En 1850, cuando hacía dos décadas que Juan Manuel de Rosas gobernaba la Argentina y ni siquiera existía una Constitución que organizara al país, Sarmiento publicó su libro Argirópolis, en el que proponía la asociación de Paraguay, Uruguay de la Argentina. En aquel tiempo, hacía ocho años que Rosas mantenía bloqueado a Montevideo, y quienes lo resistían contaban con el apoyo de las fuerzas francesas que dominaban la isla Martín García. Para preservar su independencia, desde 1812 Paraguay permanecía aislado y a la vez encerrado por el resto de las provincias del viejo Virreinato del Río de la Plata. De esta manera, Sarmiento se adelantó en más de un siglo al actual Mercosur: (…) Nosotros preguntaríamos a los sitiadores (las fuerzas del general Oribe, aliado de Rosas), y a los sitiados en Montevideo, aquellas dos partes de una nación empeñada ocho años en una lucha fraticida, si hallan dificultad insuperable, invencible, para asociarse al Paraguay y a la República Argentina en una federación con el nombre de Estados Unidos de la América del Sur, u otro que borre todo asomo de desigualdad (…). Lejos de nosotros la idea de querer someter a la República del Uruguay ni al Paraguay a condiciones que no hayan sido libremente discutidas y aceptadas por ellos. Lejos de nosotros la ruinosa idea de querer que Montevideo abdique su rango y sus ventajas comerciales a favor de Buenos Aires, su rival de posición, como tampoco que el Paraguay acepte las condiciones que para su libre comercio quieran imponerle las ciudades riberanas de los ríos que median entre su territorio y el mar. Por esto pedimos la reunión de un Congreso General, en que todos los intereses sean atendidos, y que el pacto de unión y federación se establezca bajo tales bases, que todas las partes contratantes encuentren garantías de ser respetadas en sus intereses y libertad política y comercial.